Reino de España


Reina Juana I

Juana I
Nombre: Juana I
Sobrenombre: Juana la loca
Reinado: 1504-1555
Padre: Fernando V
Madre: Isabel I
Hacer comentario
Juana I de Trastámara, conocida como Juana "la Loca" (Toledo, 6 de noviembre de 1479 — Tordesillas, 12 de abril de 1555), fue Reina de Castilla de 1504 a 1555. Fue primero infanta de Castilla y Aragón, luego archiduquesa de Austria, duquesa de Borgoña y Brabante y condesa de Flandes. Finalmente, Reina propietaria de Castilla y de León, de Galicia, de Granada, de Sevilla, de Murcia y Jaén, de Gibraltar, de las islas Canarias y de las Indias Occidentales (1504 - 1555), de Navarra (1515 - 1555) y de Aragón, de Nápoles y Sicilia (1516 - 1555), además de otros títulos como condesa de Barcelona y señora de Vizcaya, títulos heredados tras la muerte de sus padres, con lo cual unió definitivamente las coronas que van a conformar España, a partir del 25 de enero de 1516.

De la casa de Trastámara, la reina Juana fue la tercera hija de Fernando II el Católico y de Isabel I la Católica. El 6 de noviembre de 1479 nació en la antigua capital visigoda de Toledo y fue bautizada con el nombre del santo patrón de su familia, al igual que su hermano mayor, Juan.

Desde pequeña fue muy inteligente, recibió una esmerada educación propia de una infanta e improbable heredera de Castilla basada en la obediencia más que en el gobierno, a diferencia de la exposición pública y las enseñanzas del gobierno requeridos en la instrucción de un príncipe. En el estricto e itinerante ambiente de la Corte Castellana de su época, Juana fue alumna aventajada en comportamiento religioso, urbanidad, buenas maneras y manejo propios de la corte, sin desestimar artes como la danza y la música, entrenamiento como jinete y el conocimiento de lenguas romances propias de la península Ibérica además del francés y latín. Entre sus principales preceptores se encontraban el sacerdote dominico Andrés de Miranda, la amiga y tutora de la reina Isabel, Beatriz Galindo, apodada "la Latina", y, por supuesto, su madre. Aunque Isabel la Católica procuró vigilar la educación de sus hijos, sus deberes de gobierno no pudieron dejar mucho tiempo para ocuparse de una hija a la que, según T. de Azcona, "nunca llegó a entender y dirigir".

El manejo de la casa de la infanta y, por ende, de su ambiente inmediato, estaba totalmente dominado por sus padres. La casa incluía personal religioso (confesor, sacristán, limosnero y capellanes), oficiales administrativos (mayordomos, camareros, caballerizos, todos estos con distinta graduación, además de un contador, un tesorero y un secretario), personal encargado de la alimentación (cocineros, ballesteros de maza, maestresala, panadero, repostero, coperos y catadores), personal preocupado de la salud y protección y personal de servicio (criadas y esclavas canarias), meticulosamente seleccionados por sus padres sin intervención de ella misma. A diferencia de Juana, su hermano, don Juan de Aragón, Príncipe de Asturias y de Gerona, comenzó a hacerse cargo de su casa y de posesiones territoriales como entrenamiento en el dominio de su futuro Reino.

Muertos sus hermanos Juan (1497) e Isabel (1498), así como el hijo de ésta, el infante portúgues Miguel (1500), Juana se convirtió en heredera de Castilla y Aragón. Cuando en 1503 su marido, Felipe, se marchó a Flandes a resolver unos asuntos, parece ser que se agravó su estado mental. Decidió entonces partir a Castilla junto a sus padres, especialmente por petición de su madre, preocupada por su estado de salud, pues estaba encinta por cuarta vez. En Bruselas se quedaron sus tres hijos pequeños. El 10 de marzo de 1503, en la ciudad de Alcalá de Henares, cerca a Madrid, dio a luz un hijo, al que se llamó Fernando en honor a su abuelo materno, Fernando el Católico.

Muerta la reina Isabel (26 de noviembre de 1504), se planteó el problema de la sucesión en Castilla. Su padre Fernando la proclamó reina de Castilla y tomó las riendas de la gobernación del reino acogiéndose a la última voluntad de Isabel la Católica.

Pero el marido de Juana, el archiduque Felipe no estaba por la labor de renunciar al poder y en la concordia de Salamanca (1505) se acordó el gobierno conjunto de Felipe, Fernando el Católico y la propia Juana. Juana resolvió retirarse temporalmente a la corte de Bruselas, donde el 15 de septiembre de 1505 dio a luz a su quinto hijo, una niña llamada María.

A la llegada del matrimonio de los Países Bajos, se manifestaron las malas relaciones entre el yerno (apoyado por la nobleza castellana) y el suegro de modo que por la por la concordia de Villafáfila (1506), Fernando se retiró a Aragón y Felipe fue proclamado rey de Castilla en las Cortes de Valladolid con el nombre de Felipe I. El 25 de septiembre de ese año muere Felipe I el Hermoso supuestamente envenenado, y entonces aumentan los rumores sobre el estado de locura de Juana. En ese momento Juana decidió trasladar el cuerpo de su esposo, desde Burgos, el lugar donde había muerto y en el que ya había recibido sepultura, hasta Granada, tal como él mismo lo había dispuesto viéndose morir (excepto su corazón que deseaba que se mandase a Bruselas, como así se hizo), viajando siempre de noche. La reina Juana no se separará ni un momento del féretro, y este traslado se prolongará durante ocho fríos meses por tierras castellanas. Acompañan al féretro gran número de personas entre las que hay religiosos, nobles, damas de compañía, soldados y sirvientes diversos que, cual procesión sirve ésta para que las murmuraciones sobre la locura de la reina aumenten cada día entre los habitantes de los pueblos que atraviesan. Después de unos meses, los nobles "obligados" por su posición a seguir a la reina, se quejan de estar perdiendo el tiempo en esa "locura" en lugar de ocuparse como debieran de sus tierras. En la ciudad de Torquemada, el 14 de enero de 1507, da a luz a su sexto hijo y póstumo de su marido, una niña bautizada con el nombre de Catalina.

Con su esposo Felipe I el Hermoso ella tuvo seis hijos:

- Leonor (1498 - 1558), reina consorte de Portugal siendo la tercera esposa de Manuel I de Portugal y a la muerte de este contrajo matrimonio con Francisco I de Francia;
- Carlos (1500 - 1558), rey de España, con el nombre de Carlos I, y Sacro Emperador Romano con el nombre de Carlos V;

- Isabel (1501 - 1526), reina consorte de Dinamarca y la Unión de Kalmar, esposa de Cristián II.
- Fernando (1503 - 1564), Sacro Emperador Romano, con el nombre de Fernando I, al suceder a su hermano Carlos en el puesto, juntos crearon la línea austriaca y española de los Habsburgo;
- María (1505 - 1558), reina consorte de Hungría y Bohemia, esposa de Luis II y a la muerte de este fue Gobernadora de los Países Bajos;
- Catalina (1507 - 1578), fue reina consorte de Portugal, casada con Juan III, fue abuela del rey Sebastián I de Portugal.

Desde que su padre la recluyera, la reina Juana permaneció en una casona-palacio de Tordesillas hasta que murió, el 12 de abril de 1555, después de 46 años de reclusión forzosa y siempre vestida de negro, con la única compañía de su última hija, Catalina (hasta que salió ésta para casarse con Juan III de Portugal), ninguneadas y maltratadas física y psicológicamente por sus servidores. Especialmente duros fueron los largos años de servicio de los marqueses de Denia, Bernardo de Sandoval y Rojas y su esposa, que daban preferencia a sus propias hijas antes que a la reina Juana y a Catalina, hermana del emperador.

En los últimos años, a la enfermedad mental se unía la física, teniendo grandes dificultades para caminar. Entonces volvió a hablarse de su indiferencia religiosa, llegándose incluso a comentar que podía estar endemoniada. Por ello, su nieto Felipe pidió a un jesuita, el futuro san Francisco de Borja, que la visitara y averiguara qué había de cierto en todo ello. Después de hablar con ella, el santo aseguró que las acusaciones carecían de fundamento y que, dado su estado mental, quizá la reina no había sido tratada adecuadamente. Algo después, tuvo que volver el santo a visitarla, pero en esta ocasión para confortarla en el momento de su muerte. Y lo hizo tan bien, que incluso se afirmó que la reina había recuperado la razón, por haber encontrado –dice san Francisco de Borja– "muy diferente sentido en las cosas de Dios del que hasta allí se había conocido en su Alteza". Falleció en Tordesillas (Valladolid), en 12 de abril de 1555, a los 76 años.

Volver