Reino de Castilla


Rey Fernando III

Fernando III
Nombre: Fernando III
Sobrenombre: El Santo
Reinado: 1217-1230
Padre: Alfonso IX
Madre: Berenguela
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Fernando III de Castilla y Borgoña, el Santo (Monasterio de Valparaíso, Peleas de Arriba, Zamora, 1201 – Sevilla, 1252), fue Rey de Castilla (1217–1252) y de León (1230–1252). Es también conocido como Santo Rey Don Fernando. Fue hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla.

Tras la temprana muerte de Enrique I y la abdicación de su madre, obtiene en 1217 el reino de Castilla. Tuvo que enfrentarse a la casa de los Lara por una revuelta nobiliaria. Tras casarse con Beatriz de Suabia (1219), se dedicó preferentemente a dirigir las campañas conquistadoras, combinando hábilmente las acciones diplomáticas con beneficiosas intervenciones bélicas que se valían de las discordias existentes en los distintos reinos musulmanes.

A la muerte de su padre Alfonso IX en 1230, tuvo que luchar por el trono de León, ya que éste legó su reino a Sancha y Dulce, hijas de su primer matrimonio con Teresa de Portugal. Tras una reunión con las dos princesas, Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla se aprobaba la inviabilidad del testamento de Alfonso IX y del traspaso de la corona de León a Fernando (además de una compensación a Dulce y Sancha con la cesión de tierras que se reincorporarían a Castilla cuando éstas murieran), pasando a ser Rey de Castilla y León, y anexionándose el reino taifa de Murcia (1243). Por otra parte, estableció las fronteras con Aragón en el Tratado de Almizra (1244) y repartió las nuevas tierras conquistadas entre las órdenes militares, la Iglesia y los nobles, lo que dio lugar a la formación de grandes latifundios.

Fundó las catedrales góticas de Burgos y León.

Fue un verdadero modelo de gobernante, de creyente, de padre, esposo y amigo. Emprendió la construcción de la bellísima catedral de Burgos y de varias catedrales más y fue el fundador de la famosa Universidad de Salamanca. San Fernando protegió mucho a las Comunidades religiosas y se esforzó porque los soldados de su ejército fueran instruidos lo mejor posible en la religión católica. Instauró el castellano como idioma oficial de la nación y se esmeró porque en su corte se le diera importancia a la música y al buen hablar literario (Su hijo el rey Alfonso el Sabio, será un gran literato y declarará que su saber se lo debe en gran parte al interés que su padre tenía porque su instrucción fuera la mejor posible).

El rey Fernando se rodeó de doce varones sabios para que lo aconsejaran en todo, y uno de ellos fue el Arzobispo de Toledo, al cual nombró gobernador de Castilla. Era un hombre de palabra y cumplía lo prometido aunque le costara muchos sacrificios. Sus mismos adversarios sabían que él cumplía siempre los pactos que hacía. Las guerras que hizo tuvieron por fin liberar a España de la esclavitud en la que la tenían los moros, y el lograr propagar la religión católica por todo el territorio de la patria.

En una época en la que había mucha relajación de costumbres, el rey Fernando llevó una vida de tal disciplina y buen comportamiento, que sus hijos, sus empleados y hasta sus mismos enemigos reconocían que su vida era un continuo ejemplo para todos. Por eso cuando se supo la noticia de su muerte, se veía la multitud llorando por las calles, y hasta los mismos guerreros se les sentía sollozar de pesar.

Los historiadores de ese tiempo declararon: «Nada semejante en santidad se había visto jamás en los reyes de nuestra patria». Y uno de sus biógrafos lo llamaba «El santo y bienaventurado rey Don Fernando».

Como todos los santos fue mortificado y penitente, y su mayor penitencia consistió en tener que sufrir 24 años en guerra incesante por defender la patria de los enemigos que querían esclavizarla y quitarle la religión católica. Los sufrimientos de la continua vida en campos de batallas constituyeron para él un verdadero martirio, sufrido por Dios y la patria. La guerra la hacía por defender la religión.

De su primera esposa, Beatriz, tuvo siete hijos varones y una hija. Cuando murió su primera esposa, él se volvió a casar y en su segundo matrimonio tuvo otros cinco hijos. Y a todos se esmeró por darles la más esmerada educación y una muy buena formación religiosa. Uno de sus hijos nos dejó un altísimo elogio de su buen padre y entre otras cualidades cuenta las siguientes: Hábil jinete, ágil cazador y buen jugador de ajedrez. Amaba mucho la música y era un buen cantor, pues tenía una hermosa voz. Apoyaba mucho los conjuntos musicales y él mismo compuso canciones a la Virgen María. En su charla era muy ameno, y apoyaba mucho a los artistas, especialmente en la construcción de hermosas catedrales. Antes de contraer su primer matrimonio pasó una noche entera rezando, pidiendo a Dios que bendijera su nuevo hogar. Reprimía fuertemente a las herejías, para que no lograra engañar al pueblo y no les quitaran la verdadera fe a los sencillos. En sus cartas se declaraba: «Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima, y Alférez del Apóstol Santiago» (Sus guerreros decían que en algunas batallas que dirigía San Fernando les parecía sentir por los aires al Apóstol Santiago protegiéndolos).

El Papa Gregorio Nono, lo llamó «Atleta de Cristo», y el Pontífice Inocencio IV le dio el título de «Campeón invicto de Jesucristo».

A quienes le preguntaban por qué pasaba noches sin dormir, rezando, el les respondía: «Me quedo sin dormir, para que Dios los bendiga de tal manera a Uds. que puedan dormir tranquilos». Propagaba por todas partes la devoción a la Sma. Virgen y en las batallas llevaba siempre junto a él una imagen de Nuestra Señora. Y le hacía construir capillas en acción de gracias, después de sus inmensas victorias. Este gran guerrero logró libertar de la esclavitud de los moros a Ubeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla. Para agradecer a Dios tan grandes victorias levantó la hermosa catedral de Burgos y convirtió en templo católico la mezquita de los moros en Sevilla. Aborrecía las murmuraciones y las malas conversaciones, y repetía: «Le tengo más horror a una lengua murmuradora que a un ejército de moros».

Sintiendo llegada su última hora se hizo acostar en el suelo sobre un poco de ceniza como penitencia por sus pecados. Se hizo colocar una soga al cuello como si fuera un criminal. De rodillas pidió perdón a todos por cualquier mal ejemplo que les hubiera dado. A sus hijos les fue dando santos consejos para portarse bien. Tomó en su mano un cirio encendido en señal de la fe que ardía en su alma, y en éxtasis, entre dulces plegarias, fue entregando su espíritu a Dios. Sobre su tumba escribieron este bello epitafio: «Aquí yace el muy honrado rey Fernando que conquistó y libertó a toda España. Fue el más leal, el más franco, el más humilde, el más respetuoso hacia Dios, el más servicial con los demás, y el que siempre supo honrar y pagar muy bien a sus amigos».

Asimismo, reconquistó todo el territorio de la actual comunidad autónoma de Andalucía, exceptuando el Reino de Granada, siendo importantes las tomas de ciudades como Baeza (1227), Úbeda (1233), Córdoba (1236), Jaén (1245) y Sevilla (1248).

El Papa Clemente X lo canoniza en 1671 siendo el primer rey español que es elevado a la santidad. Su hijo Alfonso le sucedió en el trono como Alfonso X, apodado el Sabio.

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